Quiero diferenciar lo cierto de lo posible. Acariciar el dulce abismo de lo oportuno, mientras cosecho tu angustia por lo que no pudo ser.
Deseo la gravedad infinita de tu universo.
Deseo el haz de luz que cobija el encuentro.
Deseo la inmortalidad en un beso.
Deseo que tu mirada sólo se vuelva madura, abierta, inmejorable, tan tenaz como tus dudas.
Deseo que deseas.
Deseo que cada minuto, cada sonrisa, cada caricia, cada danza, cada brindis, se lleven en la mochila de la memoria con sabor a menta y ron.
He visto caer una nostalgia en picada, romper el suelo con su humorada y luego levantarse con la suficiencia de un ángel.
No hay misericordia si no hay redención.
La redención es con vos, no con Dios. Entonces, bienaventurados los cobardes, los embusteros del aire, los arlequines sin traje, los olvidos del arte.
Te propongo que la diferencia se haga tan pequeña, que puedas guardarla en un suspiro del alma.
Allí, donde el deseo se hace fuego, carne ardiente, desenfreno de moléculas, la infinita llave de sueños, el loco bailar de epopeyas.
Allí quiero estar.
Allí te espero deseo.
Lo deseo.